ANÉCDOTAS TELEFÓNICAS
ANECDOTARIO TELEFÓNICO
Redacción y relato por: Santiago Padilla Castilla.
LA CHULETA SALADA
A finales de la década de los setenta prestaba mis servicios en el
edificio de Benito Pérez Armas, junto a los compañeros de Transmisión y Radio,
por lo que era frecuente escuchar los relatos de la aventura que suponía su
diario trabajo en las estaciones, con largos desplazamientos y frecuentes
incidencias.
Este trabajo y sus dificultades siempre despertaron mi curiosidad y me
propuse visitar la estación de Montaña Rajada, por sus especiales características, ya que estaba situada
en las proximidades del Teide. Así se lo expuse al compañero José Luis
Arboleya, rogándole que me permitiera acompañarle en alguna visita a la misma.
Después de una larga espera, un día me propone ir a la mencionada
estación. Era en pleno invierno y había caído una fuerte nevada por lo cual el
acceso a la estación estaba interrumpido por la nieve cerca de un kilómetro.
Había que transportar la culata del motor diesel del grupo electrógeno y, por su peso, necesitaba que cuatro personas la trasladaran a hombros caminando por la nieve.
Había que transportar la culata del motor diesel del grupo electrógeno y, por su peso, necesitaba que cuatro personas la trasladaran a hombros caminando por la nieve.
Los “porteadores” citados para tal operación eran: El Operador de
Radio Bernardo Barroso, el mecánico de grupos Antonio Baños, el Encargado de
Agrupación José Luis Arboleya y yo como “artista invitado”.
A pesar que la estación disponía de raciones de comida para una
emergencia, acordamos llevar unas chuletas de cochino, algunos panes y una
botella de vino, por si se prolongaba la jornada. Hay que tener en cuenta que
el lugar más próximo para comer, es el Parador del Teide y había que recorrer
parte del camino a pie y por la nieve.
Muy temprano partimos hacia el Teide, con la culata y dos gruesos
palos y cuerdas para transportar la culata con parihuela. Además, estamos
equipados con ropa de abrigo y botas.
A la llegada tuvimos que dejar el jeep al comienzo de la carretera,
porque la nieve nos impedía subir. Preparamos una parihuela con los palos y las
cuerdas y apoyado en nuestros hombros comenzamos a subir aquel pesado “muerto”.
Después de mucho sudor,(a pesar del frio) y de muchos resoplidos,
llegamos por fin a la estación y comenzamos los trabajos. Había que lijar las
válvulas, mientras Antonio iba montando la culata y ese trabajo se nos asignó a
los que no entendíamos de motores.
A mediodía nos dispusimos a asar las chuletas en una barbacoa
existente en el patio de la estación.
Preparé el fuego y coloqué las chuletas en la parrilla, después de
echarles sal, y me volví al edificio a protegerme de frío, mientras se asaban
las chuletas.
Alguien, no recuerdo quién, salió a vigilar las chuletas y preguntó si
le habían puesto sal. Con el ruido del motor y del viento, entendió que no, que
no le había puesto sal, y volvió a echarle sal.
Cuando estuvieron asadas las chuletas, nos congregamos dentro de la
estación, con un hambre y un frío tremendo y nos dispusimos a darnos el festín.
Pero al primer bocado de chuleta, nos dimos cuenta que aquello
era incomestible: estaban saladas,
pero que bien saladas, más saladas que una jarea de pescado.
No hubo más remedio que lavar las chuletas en agua.
Aquel día inventamos una nueva recta culinaria: chuletas frías y desaladas, con pan y vino, al estilo Teide.
Para mas inri, había tomado unas fotos para perpetuar el viaje y
estuvieron perdidas muchos años. El compañero Pepe Luis, me las pidió muchas
veces, pero las puñeteras fotos no aparecían. Hace solo un par de años, logré
encontrar la que acompaña estas páginas y se la envié por correo electrónico.
ANECDOTARIO
TELEFONICO 2
EL
PROFILACTICO
A partir
del año 1975 se automatizó el servicio telefónico en toda Canarias. Con la
modernización del servicio y el auge del turismo, se impulsó el negocio de los
Teléfonos de Monedas o Cabinas telefónicas, como se denominaban en España. En
Telefónica se crearon numerosos puestos de trabajo encaminados a instalar y
conservar las mencionadas cabinas.
Su
desarrollo en Canarias fue vertiginoso, especialmente tras la automatización
del servicio internacional, que permitía a la población turística la
comunicación instantánea con sus familiares o amigos, desde la calle y
normalmente, más barata que desde su hotel.
Dada la
complejidad de las cabinas y las limitaciones tecnológicas, se creó una
comisión encaminada a perfeccionar y mejorar el funcionamiento de las mismas,
donde estaban presentes todos los departamentos de la empresa de manera
coordinada.
Pero con
lo que no contaba la Comisión era
con la pillería e imaginación de los usuarios, que estaban dispuestos a
inventar dispositivos o trucos para hablar gratis por las cabinas. Así pués, estudiantes de
ingeniería y amigos de lo ajenos, se pusieron manos a la obra.
Varios
dispositivos se inventaron. Entre ellos, el más primitivo fue utilizar monedas
de latón en sustitución de las originales.
Otro muy
extendido fue el llamado chispón o encendedor de cocina, cuyos impulsos
eléctricos engañaban a la memoria de la cabina, haciéndole creer que el
monedero había cobrado.
También
se extendió el uso de una moneda de 100 pesetas, a cuyo borde se le ataba un
hilo. Cada vez que la cabina pedía que introdujera una moneda, se introducía
esta y una vez que cobraba, se extraía para volver a usarla de nuevo.
Pero el
truco que nos ocupa en esta anécdota, fue descubierto por casualidad. Un
estudiante estaba tomando una copa, mientras charlaba animadamente con su
novia. De pronto, entusiasmado por la amorosa charla, se le cayó el vaso,
vertiendo el cubata sobre la cabina. Con asombro el estudiante se dio cuenta
que la cabina no le cobraba y se pasó horas hablando con su “piba”.
Este
hecho se divulgó entre los estudiantes, y aunque eran numerosas las cabinas que
se averiaban, el truco del cubata se extendió rápidamente.
La citada
Comisión se reunión de urgencia para buscar una solución. Al parecer el cubata
humedecía una tarjeta de circuito impreso, situada en la parte alta de la
cabina, evitando detectar los impulsos de cobro.
Se
buscaron muchas maneras de impermeabilizar la tarjeta dichosa, pero los
productos que se aplicaban la dañaban por el calor.
Un
componente de la Comisión, en plena reunión manifestó que él había encontrado
la solución y la había experimentado con óptimos resultados: colocar un
preservativo, también llamado condón y más técnicamente profiláctico, sobre la
dichosa tarjeta, evitando que se humedeciera con líquidos.
Imagínense
las risas y vacilones del personal de la Comisión y que se acrecentaron, cuando
un componente, de espíritu conservador y poco dado a mencionar semejante
palabra en público, dijo que eso
era una “cochinada indecente”.
Menos mal
que no se masificó el uso del citado invento, porque a que a nivel nacional se
encontró una rápida solución, pero estuvo a punto de agotarse los preservativos
en la isla.
ANECDOTARIO TELEFONICA 3
En el año 1965 y una vez aprobado el concurso-oposición para mecánicos
de Telefónica, era preceptivo efectuar un examen médico. El citado examen lo
realizaba el por entonces médico de la empresa.
Así pues, una mañana nos citaron a los tres opositores en el
consultorio, situado en la Plaza de los Patos y entre otras pruebas, nos hacían
la típica de visión, consistente
en leer unas letras de diferentes tamaños a una determinada distancia.
Uno de los compañeros tenía problemas de visión y estaba pendiente de
graduarse la vista, por lo cual empezó a ponerse nervioso, temiendo no superar
la prueba.
El médico era bastante mayor, yo diría que en edad de jubilarse y algo
flojo de oído.
Así pues, nos pusimos de acuerdo el compañero y yo, de tal manera que
cada vez que le señalaban una letra, a baja voz, yo le decía la letra señalada.
Tal coordinación conseguimos que el compañero logró pasar el examen de vista, sin que el médico se diera cuenta.
Eso sí, al día siguiente fue rápidamente a graduarse la vista y
consiguió entrar en Telefónica
ANECDOTARIO TELEFONICO 4
LA TOMA DE TIERRA
A finales de los sesenta con la expansión de la compañía y la mejora
de la reglamentación laboral, comenzaron a efectuarse los exámenes médicos anuales.
Al principio, la empresa
no disponía de unos servicios
médicos organizados y recurrió a contratar un médico, que en unas
precarias instalaciones, realizaban los reconocimientos.
En un piso situado en la calle San José de Santa Cruz, se instaló el
servicio médico de manera provisional, dotado de un equipo de rayos x portátil.
Una de las principales pruebas era la radiografía. A los empleados que
asistíamos al reconocimiento, no ponían en una habitación contigua y nos hacían
pasar de uno en uno para observar el pecho con rayos X.
Yo era el tercero en la lista.
Una vez que le hizo la observación radiológica al primer compañero, el médico comenzó a interrogarlo con un sinfín de
preguntas: que si fumaba, que si tenía antecedentes familiares de enfermedad
pulmonar, que si había tenido
pulmonía etc. El muchacho salió asustado.
Con el segundo, pasó lo mismo, aunque el interrogatorio lo hizo con mayor detenimiento e
insistencia aún.
Nosotros nos mirábamos con cara de sorpresa y asustados por tanto problema pulmonar.
Hasta que pasé yo. Me miro en la pantalla los pulmones y me dijo que
desde que edad fumaba. Yo le contesté que hacía solo un par de años y que
fumaba media cajetilla al día.
El médico, medio aturdido comentaba: ¡cómo es posible , si todos son chavales jóvenes.!
El hombre ya comenzó a extrañarse de tanto enfermo y mosqueado, empezó a revisar el equipo
de rayos X, comentándome que lo habían instalado el día anterior y eran las
primeras exploraciones hacía.
Mientras revisaba todo el equipo, comprobó que tenía conectada la toma
de tierra de manera provisional al
tubo del lavabo, tal como le
habían indicado.
La curiosidad profesional me hizo comprobar la conexión, viendo con asombro que la pinza de toma de tierra estaba conectada al tubo del desague del lavabo y el médico no se había percatado que el tubo del desague era de
plástico y por tanto no hacía masa.
En cuanto le conecté la toma de tierra al tubo metálico del agua, me
miró de nuevo el pecho, y respiró
el hombre tranquilo, diciendo: ”qué bien se ve ahora, carajo”.
ANECDOTARIO TELEFONICO
Redacción
y relato: Juani Belchi
Situación Conferencias 009. Las telefonistas
contestábamos diciendo o mejor dicho preguntando:
¿Que población desea?
El Abonado decía: Señorita que pone una
conferencia con San Sebastián de España
Yo como Operadora le contesto ¿Es que esto no es
España)
El Abonado contesta: ¡No! esto es un trozo de
Tierra que España Tiene en Ultramar.
Estamos hablando de la época en la que las
conferencias tenían que pasar por operadora sobre 1.972.
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